Todas las mañanas
dos zapatillas grises
cuelgan
en el barrio de once.
Las sirenas.
El grito de los niños.
Caudales de ríos
paternos y maternos
inundan aun la ciudad
y despiertan mi memoria.
Los ojos indiferentes de muchos
se encuentran reposando
en el lecho matrimonial.
Un ruido aún me sacude todos los días.
Es el grito de aquellos niños
la desesperación de aquellas mujeres
y una voz
única
sonora
que anuncia
el misterioso ascenso
de las ciento noventa y cuatro almas
ocurrido el día después.
Tomo el tren
y veo desde mi
ventana
aquellas zapatillas grises
moviéndose al compás
del viento matinal.
Voces
recorren mis oídos
y sacuden mis
lágrimas
implorando
que vuelvan los chicos.
Leandro
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