Poiesis, Producción literaria

domingo, 18 de mayo de 2008

Mariana

Edgardo Pablo Bergna

Lo único que recuerdo es un viaje, también el olor del aire; en el pelo podía sentir ese olor, en su pelo, entonces recuerdo también el aire y el pelo; es bastante, pero duele. Duele no recordar más que eso.
Pero su pelo… ese «su» denota, previene, anuncia el recuerdo de alguien, alguien que en el pelo guardaba el olor del aire. Lo único que recuerdo es un viaje.
Ahí está otra vez, parece que viene de lo alto, no me gusta que se acerque así, habla y se responde a sí mismo o misma. No tiene sexo.

Ya no puedo hablar, su nombre, aunque pudiera hablar, no sabría como decirlo, es que siento como si tuviera arena, como la que se veía desde la ventanilla, viajaba, eso lo recuerdo bien y se veía arena al costado del camino, como la arena que siento en la garganta, creo que era un viaje en tren. Es que recuerdo tan bien ese viaje que se me oculta casi todo lo demás, en fin, no estoy seguro de que fuera un tren. Lo único que recuerdo es un viaje, también el olor de su pelo. No puedo pensar siquiera su nombre.
Vuelve otra vez, es un chillido cada vez mas agudo, no lo soporto, me molesta me distrae quiero recordar. Duele no escuchar más que ese chillido. 




Ciertos recuerdos producen síntomas, lo había sentido antes, pero es que recuerdo ese olor y siento algo en el cuerpo es raro que sienta algo mas que ese chillido agudo. Hace mucho que escucho ese chillido.
Pero ahora no lo oigo, es un alivio que se calle, que termine para siempre, ¿siempre? es una palabra que había olvidado, aquí no debe servir para nada decir siempre, no sé si hay algo que no sea siempre.
Pero es un alivio recordar, significa mucho recordar una palabra que aquí no haga falta, por eso no puedo recordar su nombre, porque no hace falta, pero empecé por algo y es bastante. Duele no recordar más que eso
.


Está pasando algo; no siento la arena, empezó a diluirse, se extingue y con ella también mi garganta. Ya no la siento, sólo queda la sensación que me produce el recuerdo de aquel olor, es lo único que siento, pero a diferencia de la arena, ésta sensación no puedo ubicarla, es difusa, recorre pero, no se bien qué recorre. Antes estaba seguro con la arena en la garganta, como ésa que veía desde la ventanilla durante aquel viaje.



En la mañana no había quien lo despierte, recordaba Mariana, caminaba un poco por el comedor, tomaba fuerza y volvía al dormitorio a intentarlo de nuevo.

Ni el olor de las tostadas ni el café producían lo que parecía un milagro. Que Juan se levante.


Ella caminaba por la casa, aprovechaba para hacer algunas cosas, leía un poco y a eso de las once aparecía, algo malhumorado, y decía lo de siempre:
—Tardísimo... las once
Ella lo miraba.
—te estoy llamando desde las ocho, ¿te caliento el café?
Después de una ducha, Juan salía tan apurado como de costumbre.

La idea del viaje no dejaba dormir a Mariana, necesitaba descansar, envidiaba a Juan que no se despegaba de la cama, las noches se le hacían interminables y recurrir a la lectura no hacía mas que marcar la enorme distancia entre su vigilia y el profundo dormir de Juan, con el que, sabia, su única conversación sería la de la mañana donde Juan —y ella— repetirían la rutina y, después de una ducha Juan saldría, tan apurado ...

Por aquellos días, Mariana salía de la casa después de mediodía, sus clases empezaban como hacía años de la misma manera, para después de unos minutos concentrarse en sus propios pensamientos; pensaba en Juan, en el tiempo que hacía que estaban juntos, en lo poco que lo conocía… a pesar de ese tiempo; y en un viaje que, no recuerda cuando, pensaron hacer juntos.

Ahora, el recuerdo recurrente, la imagen más abarcadora de Juan que ella tenía, era la de ese hombre haciendo deslizar entre los dedos su pelo, el de ella, revuelto por el viento y la arena. Al fin hicieron juntos el viaje.

Hoy era un día diferente, ya estaba decidido, se había reunido con los médicos la semana anterior. Hoy iría como hacia un año al sanatorio pero no era un día como los otros. Hoy debía firmar. No había más que hacer por Juan. Mariana pensaba que si Juan estuviera en su lugar…tampoco hubiera dudado.

Verano, 2005

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