Maximiliano Cladakis
Claudia se levantó de la mesa y llevó el plato hacia la bacha. Marcelo la miró de reojo y bebió un sorbo de vino. El silencio los ligaba a una compartida situación de incomodidad. Marcelo continuó con la cena unos minutos más. Al terminar, él también llevó su plato hacia la bacha. Claudia encendió la televisión y Marcelo encendió un cigarrillo. Ella hizo un gesto de fastidio. Odiaba que fumara dentro del departamento y él lo sabía. En la pantalla, un general del Ejército hablaba sobre la forma en que estaban ganando la lucha contra la subversión. “Los comunistas están siendo finalmente derrotados” dijo con una sonrisa. Marcelo miró a Claudia a los ojos. Ella evitó la mirada y fingió concentrase en la televisión. “Espero que maten a todos esos comunistas de mierda y podamos vivir en paz” sentenció en una actitud que intentaba parecer, al mismo tiempo, reflexiva y beligerante. Marcelo apagó el cigarrillo por la mitad y se acercó a ella. “Perdoname lo de la mañana”, le susurró. Claudia sonrió. Marcelo se inclinó ante ella y apoyó la cabeza sobre sus piernas. Claudia apagó la televisión, tomó el rostro de Marcelo entre las manos y lo besó. A lo lejos, se oían sirenas y disparos.